jueves, 6 de octubre de 2011

Futurum - Capitulo 1

Estábamos empezando el mes de Enero. Hacia demasiado frió para el que yo estaba acostumbrada pero la vista era hermosisima. Había nieve por todas partes y la casa en la que vivíamos estaba cercana a un bosque, era magnifico. Todos los días desde que habíamos llegado, que no eran muchos, me iba para el balcón principal a contemplar el bosque. La casa no era tan grande ni tan pequeña, era termino medio, y a mi padre y a mi nos encantaba el aire puro que llegaba. Todo era como un nuevo comienzo; como si por fin hubiéramos empezado a escribir sobre una pagina en blanco en el diario de nuestras vidas.
Había sido un buen fin de año, exceptuando el hecho de que nos habíamos ido de mi país natal. Lo admito, me gustan los cambios, pero este había sido demasiado inesperado.

''-¿Quieres algo para beber? La noticia que debo darte no te gustara mucho- Mi padre estaba en la cocina sirviendo un poco de jugo de naranja en dos vasos. Me senté como él me lo había sugerido y espere lo peor.


-Nos iremos del país- dijo de golpe mientras extendía su brazo con el vaso de jugo en ella. -Antes de que digas nada quiero que sepas las razones.- Esperó, y como vio que no decía nada, continuó -Es por cuestiones de trabajo; se que estas cansada de que use el trabajo como excusa pero es cierto, mi superior me ha propuesto un cargo mas alto a cambio de que me vaya a otro país.


-¿Que le hiciste para que no te quiera ver en este?- pregunte con curiosidad al mismo tiempo que cogía el vaso y me lo llevaba a la boca para dar un sorbo.


-Pues, nada de lo que me arrepienta- dijo con orgullo, pero pude ver un poco de culpa en sus ojos.


-¿Es por su mujer? Definitivamente nunca vas a dejar de ser el mismo Casanova del cual mi madre se enamoro- lo acuse, pero me estaba divirtiendo; se ponía rojo de la vergüenza y miraba para todos lados como buscando como zafarse de la situación.


-¡No es mi culpa!- respondió indignado -Ella se me insinuó primero. Pero no es exactamente por eso.- Ahora estaba triste, ahora me iba a decir la verdadera razón. -¿Recuerdas al Coronel Lionell? Murió. Pero no te alarmes nena, murió por causas naturales, por cáncer de riñón, creo- Mi padre sonrió. Él y el Coronel se habían criado juntos y siempre habían sido buenos amigos; tan fuerte era su amistad que cuando a mi padre lo reclutaron para el ejercito el Coronel decidió abandonar sus estudios en la Fuerza Aérea y acompañarlo, la excusa: mi padre era un holgazán y no quería que perdiera una pierna  por quedarse dormido durante su turno de guardia.


-Lo siento mucho, debió de dolerte bastante su muerte- eran las únicas palabras que logre pronunciar; nunca serví para dar consuelo a un adulto.


-No te preocupes cariño. El hombre se demando mucho durante su juventud, no culpo a sus células. En todo caso- dijo mi padre recobrando su peculiar tono alegre de hablar -Iré a sustituirlo, pero no en su antiguo batallón en Hungría, creo que iré a un lugar llamado Viena, en Austria. Dicen que es bastante bonito.


Y lo era. Viena, por ser la capital de Austria, tenia bastantes lugares turísticos; ademas había una Academia de Bellas Artes y un montón de arte andante. Me estaba empezando a emocionar con la idea.


-¡Es fantástico papá!- no podía contener la alegría que tenia. ¡Podría ir a una Academia de arte!


-Vaya, te lo tomaste mejor de lo que pensé, pero lamento decirte que debemos partir dentro de dos horas. Lo siento hija, pero me confirmaron el viaje hace treinta minutos  y debemos llegar puntuales.


-Pero no podre despedirme de nadie- reproche. Ahora entendía porque mi padre me había pedido que me sentara. No tenia muchos amigos, pero los que tenia eran magníficos. Era injusto no decirles adiós.


-Lo siento- volvió a decir mi padre con tristeza -pero no hay tiempo; debemos empacar lo necesario y ayudarles a los de ventas a colocar toda los muebles en el camión.


-Si no te habían confirmado ¿Por que viene un camión de ventas?- pregunte con sospecha.


-Cortesía de mi superior- exclamo sonriendo. Era cierto.


El camión llego a los cinco minutos de que mi padre terminara de contarme lo que estaba pasando. Empezamos por la sala, luego el comedor, la cocina, los baños y las habitaciones. Desalojamos todo el lugar rápidamente. Cuando terminamos con los dos primeros pisos subimos al tercero. Estaba empolvado porque lo habíamos dejado de frecuentar después de que mi madre murió.


-Se me había olvidado que teníamos tantas cosas aquí- dijo mi padre con pesar, no por la nostalgia, sino por el esfuerzo físico que suponía bajarlas todas al primer piso.


-Si quieres puedo ir sacándolo todo al pasillo; así nos ahorramos tiempo- le sugerí y me divertí viendo su cara de satisfacción mientras asentía. En cuanto mi padre empezó a bajar por la escalera yo empece a correrlo todo. Saque los sofás, las mesas, los sillones, las estanterías y todo lo que fuera muebles al pasillo. El cuarto era realmente grande cuando estaba vació. Encontré unas cajas desarmadas y empece a arreglarlas, echaría los libros y todos los objetos que cupieran en ellas. Cuando la habitación estaba casi vacía vi algo que me hizo reír de la alegría del recuerdo, era una gargantilla con una especie de dije en forma de flor de loto con una calavera incrustada en el centro; la flor era roja como las rosas rojas y la calavera era de plata. Sin duda era de mi madre. Ella era amante a esas cosas: calaveras, flores místicas; ella fue bastante curiosa hasta el día de su muerte. Cogí la gargantilla y la escondí rápidamente en uno de los bolsillos de mi chaleco. Luego les dije a los señores de ventas que podían subir por las demás cosas.


-¡Dios! Que esfuerzo, ojala las sillas del avión sean cómodas, o sino juro que los demando- me eche a reír, mi padre, a pesar de ser Teniente Coronel, seguía con la actitud de un adolescente fastidioso al que le gustaba gastarle bromas a los demás.


-No te preocupes, seguro te pagaron pasaportes para Clase Alta- bromee.


-Mas le vale, no pienso dañar la bella forma de mi trasero- dicho esto ambos empezamos a reír a carcajadas.


***
Cuando llegamos al Aeropuerto tuvimos el tiempo preciso para que nos requisaran y subirnos al avión. La azafata fue en dos ocasiones a nuestros asientos; una, para servirnos comida, la otra, para darnos almohadas  y unas mantas.


-Te dije que seria Clase Alta- le dije a mi padre dándole un codazo.


-¡Auch!- exagero -Solo espero que no me hagan bajar del avión para decirme que los papeles estaban adulterados.- Reí en vos baja, no quería que la azafata volviera a pedirme que hiciera mas silencio.


Cuando llegamos a Viena era Nochebuena. Solo recuerdo que mi padre me puso una manta gigante sobre los hombros cuando nos bajamos del avión y que luego cogimos un taxi; lo que sucedió después lo ignoro, pues me quede dormida.''

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