jueves, 27 de octubre de 2011

Futurum - Capitulo 3

Me quede pasmada. ¿Esta noche? ¡Pero si mi padre solo sabia que había salido a dar una vuelta! Aunque si lo pensaba bien no creo que a mi padre le molestara, el era del tipo de personas difíciles de sorprender, posiblemente por eso no se había vuelto loco en el ejercito, viendo como llevaban a sus compañeros de campamento a la morgue.

-¿Y bien? ¿Crees que a tu padre le moleste que lleguen dos extraños a su casa sin previo aviso?

-Fifi- dije un poco alarmada -Cuando lo pones en esos términos haces que suene realmente mal.

Fifi se tapo la boca como si hubiera dicho algo que no debía decir, pero luego se asomo una tímida sonrisa detrás de su mano. -Lo siento, suelo ser muy impulsiva para hablar.

-No tienes que disculparte, tampoco fue tan grave- ahora era yo la que estaba apenada, no quería hacerla sentir mal.

-¿Y bien?- volvió a preguntar -¿Crees que le moleste?

-Solo hay una manera de saberlo.


Fui junto con Fifi a la Estación de Tren. Era extremadamente solitaria a comparación con las que estaba acostumbrada a frecuentar. Era subterránea y hacia mucho frió. -La calefacción se daño hace un tiempo- me explico Fifi al ver que titilaba. Bajamos por unas anchas escaleras de piedra para llegar a la planta baja. Solo habían unas cuatro o cinco personas, al parecer, esperando a que llegara el próximo tren. Fifi me indico con la mano que nos sentáramos en unas bancas que habían cerca de la pared; estas también eran de piedra. Extraño. La mayoría de Estaciones de Trenes actuales que conocía no tenían este tipo de estructura. En este reinaba la piedra y el mármol, como si hubiera sido construido para durar por siglos. Lo que no parecía durar era la electricidad, las luces titilaban, al igual que yo. No habían tiendas, ni carritos de comida, a duras penas habían unas cuantas bancas cercanas a las paredes. En el otro lado de las ferrovías, había una especie de acera pequeña, posiblemente para salidas de emergencia.

-El lugar es bastante lúgubre- me sincere con Fifi.

-Si- admitió Fifi -Según Casius, no lo han remodelado desde... Bueno, al parecer nunca lo han remodelado- Fifi se llevo una mano a la cabeza y rió en voz apagada. En eso, se oyó una voz de hombre desde los parlantes: ''Por favor, aléjese de los bordes cercanos a las ferrovías. Muchas gracias.''

-¡Llego!- Fifi salto de la banca de piedra e hizo todo lo contrario a lo que indicaba la voz, se acerco bastante al borde, hasta el punto que creí que saltaría a las ferrovías. El tren paso rápidamente al frente de ella. Era gris, y por muy extraño que suene, no tenia ni un solo graffiti. Los vagones empezaron a pasar mas lentamente, hasta que se detuvieron. Las compuertas se abrieron y dejaron salir a unas cuantas personas. Vi el interior de las vagonetas, todo era gris, pero los asientos eran de un tenue color azul cielo. Hermoso contraste.

-¡CASIUS!- el grito de Fifi me saco de mi análisis. Vi como ella saltaba a los brazos de un hombre alto y que este la recibía con agrado. Me levante de mi banca y camine hacia donde estaban ellos. Me preocupe. El hombre venia acompañado de un joven. ¿Un joven? No. Era un hombre de unos veinte años. Era alto como su acompañante, con cabello marrón oscuro combinado con unos cuantos mechones de un marrón mas claro. Tenia el cabello con un corte que le hacia parecer despeinado, pero que se le veía bastante bien. Su rostro, bueno, era bastante guapo, ojos marrón oscuro, nariz casi recta con una pequeñísima protuberancia en la parte superior, labios no muy anchos pero finos. Vestía un abrigo lanudo de un azul muy curioso, una especie de combinación de plata, aguamarina y celeste, junto con un jean clásico oscuro y deportivas negras. El atuendo hacia una combinación opaca, pero su expresión seria, casi malhumorada, le daba el toco que faltaba para hacerlo parecer un modelo. Cuando levante la vista para volver a ver su rostro me di cuenta que me estaba mirando. No podía sonrojarme, si me sonrojaba dejaría ver que me había impresionado. No. No permitiría eso, no lo dejaría darse cuenta que me parecía ver a una estrella del cine.Definitivamente... imposible. Sentí como me empezaba a acalorar, como mi cara se iba poniendo roja cada vez mas rápido. Suspire resignada y baje la cabeza para calmarme; bien, ahora que estaba un poco menos colorada podría volver a mirarlo sin vergüenza.

-Layla, este es Casius. El Director de la Academia de Bellas Artes- levante rápido la mirada justo al tiempo que sentía que una mano grande se posaba encima de mi  cabeza. Me sobresalte pero no huí de su contacto.

-Mucho gusto, soy Layla, aspirante a estudiante de su Academia- cerré los ojos como en forma de reverencia; había visto a mi padre hacerlo cuando sentía respeto hacia alguien.

-Interesante, disciplinas del ejercito. El placer es mio, Layla.

Volví a abrir los ojos y me encontré de inmediato analizando a este hombre que se hacia llamar Casius. Era de ojos azul claro intenso, con cabellos rubios rodeados al azar con unos cuantos pelos de un amarillo casi blanquezco. Era de tes blanca, con aspecto amable y respetuoso, como el de un hombre que ha visto muchas cosas dolorosas. A pesar de que su apariencia lo hacia ver mayor que mi padre, no tenia ni una sola arruga en la frente; solo unas cuantas alrededor de los ojos y de la boca. Retiro su mano de mi cabeza y prosiguió a moverse hacia donde estaba su acompañante.

-Este es mi hijo, Aimé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario